Posts tagged ‘amor’

Dia de los Enamorados

Por David Buss catedrático de la Universidad de Texas

Por Que Nos Enamoramos?

Feggo- Cupido

Por qué una persona se enamora precisamente de tal o cual persona, Y no de cualquier otra de las miles de parejas potenciales que encuentra, sigue siendo un profundo misterio. El azar, la química y la probabilidad de que dos pequeñas ventanas de receptividad se abran en el preciso momento de conocerse son garantía de impredecibilidad. Pese a todo, la ciencia ha hecho algunos modestos avances en el camino para comprender por qué nos enamoramos y por qué nos desenamoramos.

Contrariamente a los mitos difundidos por las ciencias sociales en el siglo XX, el amor no es un invento de los poetas occidentales de hace unos cuantos siglos. La evidencia apunta a la conclusión opuesta el amor es un universal que cruza fronteras culturales y probablemente haya estado con nosotros desde que se formaron los primeros vínculos a largo plazo entre parejas en los brumosos albores de la historia evolutiva de los humanos. Desde los zulúes de Sudáfrica a los inuits del norte de Alaska, los humanos dicen sufrir las obsesiones de la mente y las pasiones de la emoción que el mundo occidental asocia con el amor.

En un estudio de 168 culturas diferentes, el antropólogo Bill Janko­Wiak halló una fuerte evidencia a favor de la presencia de amor románti­co en casi el noventa por 100 de ellas. Para el diez por 100 restante, la evidencia antropológica era demasiado imprecisa para extraer conclusio­nes definitivas.

Mucha gente en todo el mundo dice también sentirse actualmente enamorada. La socióloga Sue Sprecher y sus colaboradores entrevistarona 1.667 mujeres y hombres de Rusia, Japón y Estados Unidos. Lo que hallaron fue que el 61 por 100 de los hombres rusos y el 73 por 100 de las mujeres rusas decían estar en aquel momento enamorados. Las cifras para los japoneses eran del 41 por 100 de los hombres y el 63 por 100 de las mujeres; y, entre los norteamericanos, el 53 por 100 de los hombres y el 63 por 100 de las mujeres.

Mi propio estudio de las preferencias de emparejamiento de 10.047 individuos de treinta y siete culturas distintas localizadas en seis conti­nentes y cinco islas también reveló la importancia y universalidad del amor. Lo que hallé fue que «el amor y la atracción mutua» era calificado como el más indispensable de los dieciocho atributos que se les daba a elegir para caracterizar a la persona con la que se casarían -y eso por ambos sexos y en todas las culturas. Más allá de las singularidades de las prescripciones culturales, la diversidad de sistemas de emparejamiento, las convulsiones políticas, las dispares condiciones económicas y la multiplicidad de creencias religiosas, los humanos de todo el mundo anhelan el amor.

Las cualidades esenciales que las personas desean en una pareja definen las reglas del juego del emparejamiento en los humanos. Los deseos determinan hacia quién nos sentimos atraídos y qué estrategias son efec­tivas para atraer a la pareja deseada. Las violaciones del deseo crean conflictos y preconizan la disolución conyugal. La satisfacción de los deseos del otro se convierte así en un medio eficaz de conseguir y retener a una pareja, y aumenta la posibilidad de un amor a largo plazo.

El estudio de las treinta y siete culturas ilumina con más claridad que nunca anteriormente cuáles son los componentes del deseo. En todo el mundo la gente busca una pareja que sea amable, comprensiva, inteli­gente, fiable, emocionalmente estable, poco exigente, atractiva y sana. Sin embargo, las culturas difieren enormemente en cuanto a la importan­cia que atribuyen a ciertas cualidades. La virginidad, por ejemplo, es una cualidad virtualmente indispensable en la pareja para casi todos los chi­nos, pero irrelevante para la mayoría de los suecos y holandeses.

Pero lo más sorprendente para los científicos sociales fue el descubrimiento de diferencias universales entre los sexos. Los hombres de todo el mundo dan más importancia a la juventud y al atractivo físico, cualidades reconocidas como importantes signos de fertilidad y futuro potencial reproductor de la mujer. Las mujeres de todo el mundo desean hombres ambiciosos, que gocen de una posición social decente, posean recursos o el potencial para adquirirlos y que sean unos años mayores que ellas. Durante toda la vasta historia evolutiva humana, los hijos de una mujer han sobrevivido y prosperado mejor cuando la mujer ha elegido a un hombre rico en recursos y comprometido a invertirlos en su pareja.

Entonces, ¿es el amor únicamente una fría evaluación de las especificidades de una persona? ¿Acaso no es una emoción que nos ciega hasta la quiebra? Un poco de ambas. La gente no suele enamorarse de personas que carezcan de las cualidades que desean. En un estudio de las respuestas de hombres y mujeres a anuncios personales se halló que era más probable que los hombres iniciaran un contacto con una mujer cuando ésta mencionaba sus atractivos físicos y una edad joven en la descripción de su persona. De otro lado, era más probable que las mujeres iniciaran un contacto con un hombre cuando éste mencionaba unos ingresos razonables y un nivel de educación respetable.

Pero por mucho que a quién acabemos amando siga una implacable lógica utilitaria, es también posible que el amor haya evolucionado para hacemos ciegos a los defectos de la pareja. Hay al menos dos explicaciones científicas para la miopía que produce el amor. Son pocas las per­sonas que posean la lista completa de las cualidades deseadas, y la ma­yoría tenemos que conformamos con menos de lo que desearíamos en un mundo ideal. Por lo general, sólo las personas muy deseables pueden atraer a personas igualmente deseables. Acaso la ley del amor mejor do­cumentada sea la del emparejamiento selectivo, es decir, la tendencia a que las parejas estén formadas por personas que se parecen. Las personas inteligentes y cultas tienden a casarse con personas con las que puedan compartir sus ideas y erudición. Las personas atractivas y seductoras buscan pareja igualmente atractiva. Aunque los opuestos ocasionalmen­te se atraen, en el amor duradero los «8» generalmente se casan con los «8», y los «6», con los «6».

No tiene sentido insistir en los defectos de cuando uno se enamora. De hecho, un estudio reciente señala que la mayoría de las personas manifiestan «ilusión de amante», un exceso de optimismo sobre sus posibi­lidades de éxito marital. Mientras que aproximadamente el cincuenta por 100 de los matrimonios acaban en divorcio, sólo un 11 por 100 de las personas casadas piensa que su propio matrimonio puede acabar en divorcio. En un grupo de edad más joven de individuos solteros, sólo el 12 por 100 piensa que en su futuro matrimonio habrá una probabilidad del cincuenta por 100 de acabar separándose, por bien que entre los que se casan ahora, la probabilidad de divorcio ha aumentado hasta el 64 por 100. Estas cifras quizá reflejen sesgos adaptativos que, aunque desviados de la realidad, aumentan la probabilidad de éxito. De acuerdo con esta explicación, el amor es una emoción que motiva a las personas a perse­verar en las duras y en las maduras, por mucho que a la larga no siempre funcione. En suma, el amor puede cegarnos de dos maneras: primero, permitiendo que nos conformemos con alguien que no se parezca a nues­tra fantasía de la pareja ideal; y segundo, haciéndonos optimistas acerca del futuro de nuestro romance, y aumentando de este modo la probabilidad de que realmente tenga éxito.

El economista evolutivo Robert Frank afirma que el amor es la solución al problema del compromiso. Si nuestra pareja se eligiera por razones racionales, podría dejarnos por las mismas razones racionales al encontrar a otra persona ligeramente más deseable de acuerdo con sus criterios «racionales». Se crea así el problema del compromiso: ¿cómo podemos estar seguros de que una persona seguirá con nosotros? Si nuestra pareja está cegada por un amor incontrolable que no puede evitar ni puede elegir, un amor por nosotros y por nadie más, entonces el compromiso no flaqueará. El amor es más fuerte que la racionalidad. Es la emoción que nos asegura que no dejaremos a nuestra pareja cuando tropece­mos con alguien más deseable, al tiempo que indica a nuestra pareja nuestra intención y determinación de estar siempre con ella.

Es probable que la flecha causal apunte también en sentido opuesto. El amor puede ser la recompensa psicológica que experimentamos cuando el problema del compromiso se resuelve satisfactoriamente. Es el opio del cuerpo y de la mente que nos anuncia que el problema adaptativo de selección de pareja, satisfacción sexual, devoción y fidelidad se ha resuelto con éxito. La explicación científica es que la evolución ha insta­lado en el cerebro humano mecanismos de recompensa que nos impelen a continuar las actividades que conducen al éxito reproductor. La pega es que con el tiempo la droga va perdiendo fuerza. Algunos se suben entonces al tren del hedonismo, a la búsqueda continua del éxtasis que acompaña al amor. Repetir el éxito con nuevas conquistas nos trae de vuelta al delirio, aunque éste nunca llegue a alcanzar la misma intensidad.

El amor puede ser una solución al problema del compromiso o la embriagadora recompensa por haberío resuelto, o ambas cosas. En cual­quier caso, no cabe duda de que el amor es una emoción íntimamente ligada al compromiso. En mis estudios de ciento quince acciones distintas que indican que una persona está realmente enamorada, los actos de compromiso se sitúan al principio de la lista -actos como hablar de matrimonio o expresar el deseo de formar una familia. Los más sobresalientes actos de amor señalan el compromiso de invertir los recursos se­xuales, económicos, emocionales y genéticos en una sola persona.

Desafortunadamente, la historia evolutiva no acaba aquí. Donde existe el deseo de amor, existe el deseo de manipularlo. Los hombres engañan a las mujeres acerca de la intensidad de su amor para conseguir recompensas sexuales a corto plazo. Las mujeres, por su parte, han desarrolla­do por coevolución defensas contra la explotación sexual, por ejemplo imponiendo un largo proceso de cortejo antes de consentir en el sexo, in­tentando detectar el engaño y desarrollando una capacidad superior para interpretar señales no verbales. La carrera armamentista coevolutiva del engaño y la detección del engaño continúa, y no parece tener fin.

Otro problema es que la gente se desenamora tan arrebatadamente como se enamora. No podemos predecir con certeza quién se desenamorará, pero algunos estudios recientes nos dan alguna pista. Así como la satisfacción del deseo es muy importante para enamorarse, las violacio­nes del deseo presagian conflicto. Un hombre elegido en parte por su amabilidad y su energía puede acabar siendo abandonado si se torna cruel y perezoso. Una mujer elegida en parte por su juventud y belleza puede perder a su pareja ante la competencia de un nuevo modelo de be­lleza. Un compañero al principio atento puede tomarse condescendiente. Y la infertilidad de una pareja tras repetidos actos sexuales puede llevar a ambos a buscar una unión más fructífera.

Hay que considerar por último la cruda métrica del mercado de pare­jas. Considérese una joven pareja de profesionales. Si la carrera de la mujer se dispara pero el hombre acaba siendo despedido, su relación se verá sometida a una fuerte tensión porque sus valores de mercado son ahora distintos. Para la mujer, un «9» que hasta entonces había quedado fuera de su alcance queda ahora a su disposición. En la jungla evolutiva del emparejamiento, podemos admirar a una mujer que se mantenga fiel a un marido perdedor, pero quienes lo hicieron ciertamente no son nues­tros antepasados. Los humanos actuales descienden de antepasados que cambiaron su pareja por otra mejor cuando la ganancia potencial supera­ba con creces los múltiples costes que las personas sufren a consecuen­cia de una separación.

Desenamorarse tiene muchas facetas oscuras. El golpe puede ser físicamente peligroso para las mujeres y psicológicamente traumático para ambos sexos. Los hombres que se ven rechazados por la mujer que aman a menudo acaban maltratándola emocionalmente, y a veces físicamente. En nuestros estudios recientes descubrimos que una alarmante proporción de los hombres que son abandonados sin demasiadas contemplacio­nes acaban teniendo fantasías homicidas. Del mismo modo que la evolu­ción ha instalado mecanismos de recompensa que nos inundan de placer cuando nos apareamos con éxito, quizá nos haya equipado también con mecanismos que nos propinan dolor cuando fracasamos en nuestros in­tentos de formar una pareja estable.

DAVID M. Buss

febrero 14, 2009 at 6:27 pm Deja un comentario

Te Deseo

Te deseo primero que ames,
también seas amado.

Te deseo también que tengas amigos,y que, incluso malos e inconsecuentes sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar.

Y porque la vida es así, te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil,más no insustituible.
Y que en los momentos malos,cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.

Igualmente, te deseo que seas tolerante, no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente, y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras
que la risa diaria es buena, que la risa
habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras, con urgencia máxima, por encima
y a pesar de todo, que existen,y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un perro,alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera, sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla, por más minúscula que sea, y la
acompañes en su crecimiento, para que descubras de cuantas vidas
está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero, porque es necesario ser práctico.

Y que por lo menos una vez por año pongas algo de ese dinero frente a ti y digas: «Esto es mío»sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno de tus defectos muera, pero que si
muere alguno, puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Si todas estas cosas llegaran a pasar, no tengo más nada que desearte.

VICTOR HUGO

enero 30, 2009 at 1:54 am Deja un comentario

Motivación Sexual

ESTUDIO DE LA UNIVERSIDAD DE TEXAS, EN ESTADOS UNIDOS

Mujeres infieles: una hormona sería la causa y ya hay polémica

Serían las que tienen altos niveles de estradiol, una característica común en las más lindas.

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Un estudio de la Universidad de Texas, Estados Unidos, sugiere que las mujeres con altos niveles de una hormona llamada estradiol son más propensas a ser infieles debido a una probable insatisfacción con su pareja. Los investigadores sostienen, además, que se sienten más seguras sobre su atractivo físico.

El informe detalla que el estradiol, clave en la fertilidad femenina, juega un rol crucial en la motivación sexual y el comportamiento. Los investigadores hallaron pruebas para establecer una relación entre la belleza física y los mecanismos psicológicos de una mujer en su relación con los hombres. Para llegar a esta conclusión, analizaron los niveles hormonales de 57 estudiantes universitarias, de 17 a 30 años en dos momentos de su período menstrual para obterner un nivel hormonal base. «Los niveles de estradiol varían con el ciclo menstrual. A mayor nivel hormonal, mayor es la fertilidad y el interés sexual», explica Kristina Durante a cargo del estudio. A su vez, las estudiantes contestaron un cuestionario donde se les consultó sobre diversas variables de su vida sexual y lo que piensan, sienten y creen sobre su aspecto físico. Pero aquí no terminó porque un grupo independiente de dos varones y siete mujeres se ocuparon de calificar la belleza de las damas. Finalmente, constataron que los altos niveles de estradiol coincidían con aquellas jóvenes calificadas como las más bellas y con mejor autoestima. La encuesta develó que estas mujeres, a su vez, son las que suelen salir con más hombres y están dispuestas a cometer una infidelidad. «Ser físicamente atractivas les puede generar más alternativas, pero también les hace más complicado satisfacer sus necesidades. En consecuencia, tienen menos razones para estar comprometidas», asegura Durante.

El estradiol es una hormona relacionada con el desarrollo orgánico de determinados parámetros de belleza. Es decir, está asociado con características físicas que suelen ser muy seductoras para los hombres.

Sin embargo, los niveles hormonales no son los únicos que afectan el interés sexual de las mujeres. Para el psicoteraputa Adrián Sapetti, presidente de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana, «no hay una relación lineal y directa entre el estradiol y el comportamiento, dado que otra serie de factores psicológicos y emocionales también pueden intervenir».

«Incluso, existen elementos anímicos, como el estrés, la ansiedad o las fobias que son capaces de alterar el nivel hormonal de una mujer», dice Sapetti. Y agrega: «De la misma forma que un estado anímico favorable puede ocasionar un estado de satisfacción tal que impulse el nivel de estradiol».

Crisis de pareja, baja autoestima, sabor por lo prohibido. Los motivos de una infidelidad son tantos como la cantidad de infieles. Lo cierto es que sigue siendo una elección. ¿Será posible excusarse diciendo: «Lo siento, mi amor, tengo el estradiol alto»?

Fuente: Clarín

enero 20, 2009 at 1:58 am 1 comentario

¿Se puede prevenir el amor?

NUEVA YORK.- En el último número de Nature, el neurocientífico Larry Young propone una gran teoría unificada del amor. Además de un análisis de la química cerebral del apareamiento de los mamíferos, que incluye la fascinación erótica de los humanos por los pechos, Young predice que no falta mucho para que un pretendiente inescrupuloso pueda verter una poción de amor en la bebida de su amado.

Esa es la mala noticia. Sin embargo, uno podría disfrutar de estas pociones si se las tomara a conciencia con la persona indicada. Pero la mejor parte, en mi opinión, es que se podría crear una inoculación antiamor que prevenga que nos convirtamos en tontos enamorados. Aunque esta vacuna del amor no es mencionada en el trabajo de Young, cuando se lo propuse, estuvo de acuerdo con que también podría hacerse.

¿Podría algún otro descubrimiento ser más bienvenido? Esto es lo que los seres humanos estuvimos buscando ya desde que Odiseo les ordenó a sus subordinados que lo ataran al mástil de su embarcación mientras navegaban por los dominios de las sirenas. Mucho antes de que los científicos identificaran los neurorreceptores, antes del matrimonio relámpago de Britney Spears en Las Vegas o cualquiera de los siete matrimonios de Larry King, ya estaba claro que el amor era una peligrosa enfermedad.

El amor es identificado como un desequilibrio químico fatal en la historia medieval de Tristán e Isolda, quienes accidentalmente consumen una poción de amor y se convierten en pobres adictos. Incluso, aunque se dan cuenta de que su esposo, el rey, los castigará con la muerte, ellos necesitan otra dosis de amor.

No podrían haber adivinado qué había en la poción, pero claro, ellos no contaban con la investigación de Young en ratones de campo realizada en la Universidad Emory. Estas criaturas se cuentan dentro de la minoría de los mamíferos, el 5 por ciento, que comparten la tendencia humana de la monogamia. Cuando se le inyecta oxitocina, hormona que produce efectos similares a la nicotina y a la cocaína, al cerebro de una ratona, ésta se sentirá atraída rápidamente por el macho más cercano.

Otra hormona relacionada, la vasopresina, crea la necesidad de formar una pareja cuando se la inyecta en los machos, o cuando se activa de manera natural a causa del sexo. Después de que Young encontrara que los machos con una respuesta genética limitada de vasopresina eran menos dados a emparejarse, investigadores suecos reportaron que los hombres con tendencias genéticas similares eran menos dados a casarse.

En su trabajo publicado en Nature , Young especula con que el amor humano se desencadena por una «cadena de eventos bioquímicos», que evolucionó del antiguo circuito cerebral involucrado en el amor madre-hijo, estimulado en los mamíferos por la oxitocina liberada durante el parto y los meses subsiguientes.

«Parte de nuestra sexualidad evolucionó para estimular ese mismo sistema de oxitocina que crea relaciones entre hombres y mujeres», explica Young, y hace hincapié en que los juegos eróticos y las relaciones sexuales tienden a estimular las mismas partes del cuerpo de la mujer que están involucradas en el parto y en el amamantamiento. Esta hipótesis hormonal, que no tiene sustento fáctico, podría explicar algunas de las diferencias entre los humanos y otros mamíferos menos monógamos: el deseo de las mujeres de mantener relaciones sexuales incluso cuando no son fértiles y la fascinación erótica masculina con los pechos.

Young explica que acostarse de manera más frecuente y prestarles más atención a los senos femeninos podría ayudar a construir relaciones más duraderas gracias a un «cocktail de neuropéptidos», como la oxitocina, que se libera durante el orgasmo.

El deseo siempre presente

Sin embargo, aunque Young no está preparando pociones de amor, sino que está buscando drogas que mejoren los talentos sociales de personas con autismo y esquizofrenia, advierte que podrían existir, en un futuro cercano, drogas que incrementaran los deseos de enamorarse.

«Sería completamente no ético dárselas a otras personas -explica-, pero si uno quiere mantener su matrimonio, podría contar con una pequeña ayuda de vez en cuando. Hoy en día ya no es una posibilidad remota tomar medicación junto con las terapias matrimoniales.»

El gran problema sería identificar a la persona de la que queremos enamorarnos. Supongamos que tomáramos la poción y sintiéramos la necesidad de fugarnos con la próxima persona con la que nos cruzamos, digamos el dentista, o que, como Tristán, creemos una conexión emocional con la esposa de nuestro jefe, ¿qué pasaría entonces?

Una vacuna para el amor es más simple y práctica, y ya hay algunas drogas que inhiben los impulsos románticos de las personas y han sido probadas en los ratones de campo.

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enero 15, 2009 at 4:23 pm Deja un comentario


"A veces un cigarro es solamente un cigarro."

Sigmund Freud

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